Las aplicaciones de las cámaras termográficas en el sector de la climatización son muy amplias. Un técnico debe comprobar las paredes, las tuberías y los sistemas eléctricos o mecánicos. Una cámara termográfica de infrarrojos puede ayudar a identificar los patrones térmicos de la superficie de un objeto para detectar fugas en las tuberías, formación de moho, fallos mecánicos, deterioro de los componentes eléctricos y distribución inadecuada del flujo de aire del aislamiento. Incluso puede utilizar una cámara termográfica para proporcionar asesoramiento energético mediante la detección de pérdidas de calefacción y refrigeración.
Las cámaras termográficas están ganando en popularidad a medida que la tecnología, la portabilidad y los diseños compactos de los dispositivos mejoran, lo que las hace más competitivas en cuanto a costes y las convierte en una opción ideal como herramienta de ayuda. Las cámaras termográficas reproducen la radiación infrarroja, o el calor, como luz visible para medir con precisión la temperatura de la superficie de un objeto. Esta energía infrarroja es una longitud de onda de luz no detectada por el ojo humano y permite ver los patrones de calor que emanan del objeto en diferentes colores; cuanto mayor sea la temperatura, mayor será la radiación infrarroja emitida. La más mínima sensibilidad a la temperatura puede señalar un motor de ventilador fatigado o sobrecalentado, las bobinas del condensador o del evaporador, las válvulas de control y cualquier otro componente que, de otro modo, podría pasar desapercibido.
Los profesionales de HVAC se centran en la instalación, el funcionamiento y el mantenimiento de sistemas de calefacción y refrigeración residenciales y comerciales. Pueden pensar en la cámara termográfica como una ayuda, una herramienta que complementa sus conocimientos para inspeccionar, solucionar problemas y prevenirlos antes de que se produzcan.
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