Se trata de un proceso útil para aplicar revestimientos relativamente baratos que suelen contener altos niveles de óxidos y porosidad, junto con la opción de conseguir un acabado superficial rugoso.
El proceso se basa en la reacción química entre el oxígeno y un combustible de combustión para producir una fuente de calor.
Esta fuente de calor crea una corriente de gas con una temperatura superior a 3.000°C con condiciones correctamente equilibradas entre el oxígeno y el acetileno.
Entre otros, el proceso se suele utilizar para aplicar materiales de revestimiento adhesivo o materiales para aplicaciones de resistencia a la corrosión.
Debido a las reducidas dimensiones del equipo utilizado, esta técnica es muy útil para aplicaciones in situ (calderas, infraestructuras, etc.).
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