El sistema de control es el corazón y el cerebro del sistema de calefacción, y suele resultar decisivo tanto para el nivel de confort como para el consumo de energía. En los sistemas de calefacción eléctrica, la temperatura se puede regular fácilmente y de manera más rápida y precisa que en cualquier otro sistema de calefacción.
El equilibrio térmico dentro de un edificio es una proceso dinámico en el que intervienen varios factores que se pueden dividir en tres grupos principales:
Pérdidas de calor
Aporte de calor
Conservación de calor
La finalidad de los sistemas de calefacción (el aporte de calor) es eliminar las diferencias de temperatura que hay entre las distintas zonas de un mismo edificio y así mantener el nivel de temperatura deseado en todo el recinto. En la práctica, tanto los factores climáticos (el viento, el sol, la temperatura exterior) como el aporte de calor de un sistema de calefacción varían en el tiempo. Las variaciones pueden ser prolongadas, como sucede con las estaciones, o más cortas, por ejemplo cuando el sol se oculta tras una nube, el recinto está lleno de gente o se abre una puerta. La capacidad de las distintas zonas del edificio de conservar el calor resulta de suma importancia para las variaciones momentáneas. Una de las mayores ventajas de un sistema de calefacción eléctrico es que la temperatura se puede regular fácilmente y de manera más rápida y precisa que con cualquier otro sistema de calefacción. No obstante, es imprescindible elegir el sistema de regulación y control adecuado, ya que de él depende el nivel de confort y el consumo energético del edificio.