Un sistema de turbocompresor es un producto ecológico que es eficiente desde el punto de vista energético y respetuoso con el medio ambiente. En comparación con un sistema de motor de aspiración natural, aporta muchas ventajas, como el aumento de la potencia del motor, la reducción de la contaminación atmosférica, la reducción de la contaminación acústica y un mejor rendimiento a gran altura.
Los turbocompresores trabajan en entornos de alta temperatura. En el caso de los motores diésel, la temperatura de funcionamiento suele ser de 600 grados centígrados. En el caso de los motores de gasolina, la temperatura de funcionamiento oscila entre los 800 y los 900 grados centígrados. La temperatura puede llegar a ser de 900 a 950 grados Celsius en los motores de vehículos especializados. A medida que aumentan las expectativas de rendimiento del motor, es probable que la temperatura de funcionamiento del turbocompresor sea aún mayor en el futuro.
Debido a su uso altamente especializado, los materiales utilizados para los turbocompresores deben tener las siguientes características:
1. Buena resistencia a la oxidación a altas temperaturas: Dado que los turbocompresores deben funcionar a una temperatura elevada y constante, el grado de resistencia a la oxidación de los materiales utilizados en tales condiciones afectará directamente a la esperanza de vida del producto. Para mejorar el rendimiento antioxidante, se suele utilizar la superaleación.
2. Microestructura estable: El material utilizado debe tener poca o ninguna transformación de fase en el rango de temperatura entre la temperatura ambiente y la temperatura de funcionamiento. De lo contrario, el rendimiento y la esperanza de vida del producto se deteriorarán. Por lo tanto, es mejor utilizar una estructura de ferrita o austenita como material base.
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