El dióxido de carbono es un gas incoloro, inodoro e inerte. Durante su uso, no provoca ningún daño (al contrario que el agua o el polvo seco, cuyo uso puede causar daños importantes en los equipos), es un agente seguro para la mayoría de los materiales, no peligroso para los alimentos, no corrosivo y no conductor.
Se evapora completamente en pocos segundos después del procedimiento de extinción y no deja rastros. Por lo tanto, se puede utilizar sin riesgo para diversos espacios que contengan aparatos eléctricos y electrónicos, obras de arte preciosas, cuadros o manuscritos, almacenes de líquidos inflamables, subestaciones eléctricas, hornos y estufas.
El uso de CO2 debe evitarse en espacios donde haya personas o animales, ya que provoca condiciones de asfixia.
El uso tridimensional del CO2 significa que puede extinguir incendios en dirección vertical y horizontal. Su rápida difusión constituye la clave del éxito de la extinción, ya que puede penetrar a través de una rotura en una pared a todos los lugares secretos y remotos sin importar los obstáculos que puedan existir. El dióxido de carbono constituye un producto comercial estable con muchas otras aplicaciones y se utiliza ampliamente en todo el mundo. EL CO2
Los sistemas de supresión de incendios pueden activarse de forma automática o manual, mientras que la activación puede efectuarse de forma mecánica, neumática o eléctrica o a partir de otra combinación de las anteriores dependiendo de las condiciones existentes. El CO2 se almacena en condiciones normales de temperatura en cilindros de acero. Las baterías de cilindros múltiples pueden aplicarse a zonas específicas bajo protección.
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