El mantenimiento de las redes de distribución es crucial para sostener nuestro modo de vida actual. Todo depende de las redes eléctricas, desde el suministro de alimentos y agua hasta las fábricas, redes, sistemas de seguridad, bancos y todos los dispositivos eléctricos. Nuestra sociedad moderna no puede funcionar sin electricidad, lo que ejerce una presión cada vez mayor sobre las empresas de suministro energético. El envejecimiento de las infraestructuras y la creciente demanda de energía de bajo coste han aumentado la presión sobre las subestaciones y las redes, incrementando el riesgo de caídas de tensión y apagones costosos y potencialmente dañinos. Para evitar el colapso o la destrucción de los servicios públicos, se necesitan soluciones fiables que aumenten la capacidad, mantengan la fiabilidad y controlen los costes.
Comprender la distribución térmica de los componentes de una subestación es fundamental. La resistencia eléctrica de estos componentes hace que se degraden, a veces rápidamente, con el paso del tiempo. Cuando la corriente eléctrica circula por estas zonas degradadas, la energía se disipa en forma de calor. La termografía permite visualizar estos problemas e identificar posibles fallos. Las empresas de servicios públicos reconocen cada vez más que la exploración por infrarrojos sobre el terreno con dispositivos portátiles no es la forma más eficaz de supervisar las temperaturas de los componentes críticos de las subestaciones. Colocar termógrafos en cada subestación durante los picos de carga, cuando es más probable que los problemas se hagan visibles, es todo un reto.
Como parte de un programa de mantenimiento preventivo, las cámaras termográficas pueden detectar fallos en las instalaciones eléctricas antes de que se produzcan, lo que ayuda a mantener los costes bajo control. Si un componente crítico de una subestación, como un transformador, se sobrecalienta y falla, puede ser devastador para la compañía eléctrica.
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